

Lo prometido es deuda, así que tal como os prometí en la tertulia del pasado jueves cuando hablábamos de la continua referencia de Orhan Pamuk a la tristeza de los turcos, os transcribo la frase que Homero pone en boca de Helena en tiempos de la Iliada:
"La tristeza es nuestro destino, Héctor, es por eso que nuestras vidas serán cantadas para siempre por todos los hombres que vendrán".
Según Pamuk, la tristeza Estambulí es parte del paisaje de la ciudad, de sus casas, de sus gentes que la acogen en una fatal contemplación de la que no desean desprenderse.

“Hablo de los padres que regresan a casa con una bolsa en la mano bajo la luz de las farolas suburbiales en noches que caen demasiado pronto;
de los niños que juegan al fútbol entre los coches en estrechas calles adoquinadas;
de las mujeres de cabeza cubierta que llevan bolsas de plástico y que en remotas paradas esperan sin hablar entre ellas un autobús que nunca llega,
de los proxenetas que las noches de verano patean pacientemente las aceras con la esperanza de encontrarse algún turista borracho en la mayor plaza de la ciudad;
de las multitudes que corren a toda prisa para no perder el trasbordador las tardes de invierno; de las mujeres que por las noches esperan a sus maridos que no acaban de llegar, y que entreabren las cortinas para echar un vistazo a la calle;
de las entradas de decenas de miles de bloques de pisos todas iguales”.
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